
9 de cada 10 críticos de Forocoches la recomiendan tochamente
Ah, el cine español y el público, esa pescadilla que se muerde la cola, ese perro de San Roque que no tiene rabo, ese eterno rifirrafe zipizapesco, esa amistad peligrosa y no siempre con derecho a roce… Si haces cine de espaldas a la taquilla, malo (te niegan las subvenciones y hasta te cierran los Renoir), y, si confiesas tu vocación comercial, peor (te tachan de vendido y solo reconocen tu éxito escupiéndote en el ojo un «claro, no parece española»). Hoy aterrizan en la cartelera una pieza de cada cesto: el feísmo, pesismismo y tremendismo de Coixet en «Ayer no termina nunca» y el preciosismo, televisismo y sinapismo de Calparsoro en «Combustión». Curiosamente, el futurismo cae del lado de la primera. Coixet y Calparsoro, Isabel y Daniel, vaya dos patas para un banco. A mediados de los 90, cuando ya habíamos metido primera en este gremio juntaletras, «Cosas que nunca te dije» y «Salto al vacío» hicieron correr ríos de tinta y suspiros de gran esperanza blanca. Cine renovado, valiente, contracorriente, incluso kamikaze. Al cabo de los años, cada uno fue cogiendo su carril pero manteniendo su «sello» personal. Pero en «Combustión» la cosa descarrila y acelera que da gusto. O, al menos, gustirrinín.

El triángulo protagonista, más bonito que un San Luis (o San Pancracio)
Porque, caramba, ahora que caemos en la cuenta, lo más cercano en tiempo a esta película que había parido el cine español fueron las mamarrachadas tardonoventeras de Albacete & Menkes (los de «Más que amor, frenesí» y «Atómica», si alguien tiene la desgracia de acordarse de ellas), subproductos con vocación ansiosa de atrapar sangre joven y fresca en su telaraña francamente deshilachada. Pero ahora la cosa ha cambiado, gracias sobre todo al cable echado por la televisión y la «ficción nacional», generadora de un «star-system» (Mario Casas, Hugo Silva, Amaia Salamanca, Miguel Ángel Silvestre, Michelle Jenner, los cómicos chanantes, incluso la «generación alsa», con una Elsa Pataky que, curiosamente, ha acabado como musa de la saga «A todo gas», inspiración suma de nuestro filme de la semana…) que ha resultado ser agua bendita en taquilla y cuota de pantalla (grande). Y, en «Combustión», hay abundancia de esta savia nueva, con el añadido del emergente Alberto Ammann, protagonista a la sazón de «Invasor», la anterior película de Calparsoro estrenada, ríete del paro para algunos, hace menos de cinco mesecitos.

Será por videojuegos de carreras…
Tal estajanovismo y marcha forzada no se nota en absoluto en el resultado final: el guión de «Combustión» pudo haberse escrito en el reverso de alguna multa de tráfico, o en el posavasos de un gin tonic de un garito de moda. A veces da la impresión de que, con unos cuantos carteles estilo cine mudo, hubiese bastado para narrar las correrías de un pardillo que cambia de bando (de timado a timador) con la mayor facilidad del mundo; la trama solo se complica cuando el «cerebro» de la operación (un Ammann cuya cara de bachiller aplicado juega en su contra) se mete en líos por una carrera ilegal telegráficamente amañana. Pero, vamos, esto es pecata minuta: lo realmente importante son las escenas de velocidad y sexo (aunque Adriana Ugarte se aplicaba más en «Castillos de cartón») que salpican el metraje a ritmo de Carlos Jean, su puesta en escena muy videojuguetera («Need for speed», «Midnight club», el inminente «Grid 2» y los que os apetezca incluir) y el look impecable (hasta un taller mecánico parece un showroom de Barquillo) del que hace gala en todo momento. Por cierto, si uno es madrileño puede divertirse un rato localizando el callejero por el que galopan los bólidos (en escenas francamente espectaculares, sobre todo la primera con Álex González al volante) e imaginárselo en hora punta, en su salsa y densidad. En fin, suerte en la taquilla (aunque se antoja complicado competir con la ya cansina «Iron Man 3», a pesar de Ben Kingsley haciendo de Fu Manchú tres delicias) y, si no, los productores podrían poner una granja avícola con todos los gallitos que sueltan sus actores (menos el argentino, manda narices).

«La caza», de lo poco potable de la cartelera
PD. Para no enrollarnos más, una recomendación: «La caza», lo último del danés Thomas Vinterberg, el de «Celebración» (la mejor de aquel díver experimento con gaseosa que fue el Dogma 95; nunca olvidaré cuando la vi a las 9 de la mañana en el Festival de Gijón del 98, y al día siguiente «Pi», y por la noche «Los idiotas», y la espicha, y la sidra, y el Molinón, y el Cánovas, y las fabadas en Tino el «Roxu»… qué tiempo tan feliz). Cómo cualquier vida honesta se puede ir por el sumidero por una mentirijilla de una cría pequeña y la paranoia cobarde de la multitud. Magistral Mads Mikkelsen con ese toque «Perros de paja» (incluso «Manhunt», de lo mejorcito del catálogo RockStar) e impactante en algunas escenas (la del coro de Nochebuena justo antes de la imagen de arriba) que se clavan como astillas en la uña. Moraleja: como dijo Hitchcock, mejor no trabajar con niños (ni animales, claro). Buen fin de semana.
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